GONE
WITH THE WIND
(“Lo
que el viento se llevó”)
Rafael Grooscors Caballero
Lejos, bien lejos, aún en el recuerdo
de los más viejos, el primer gran éxito fílmico de Hollywood –Clark Gable y
Vivien Leigh-- logró trepar la imaginación y el sentimiento de los latinos, más
allá de las fronteras del río Grande y del Caribe, dramatizando un episodio de
enardecido enfrentamiento familiar, a propósito de las rivalidades que animaron
la llamada “guerra de secesión”, la cual partió en dos, por única vez y hasta
ahora, el inmenso territorio conformado por la unión de los estados americanos,
en la década de los sesenta, en el siglo 19. “Lo que el viento se llevó” nos
retrata cómo, en los grupos sociales, los intereses juegan adelante de los
deseos y terminan imponiéndose, incluso, más allá de toda lógica. Siempre ha
sido así.
Nos viene a cuento esta remembranza a
propósito de lo que está ocurriendo en el escenario político nacional, con un
régimen transitando los abiertos caminos del absolutismo dictatorial, frente a
una oposición que dice representar al 70% de la opinión nacional, pero que actúa
como si no tuviera experiencia acumulada, ni en lo político, ni en lo
económico, ni en lo social, mostrando una conducta apacible ante la andanada de
atropellos que recibe del régimen, para luego terminar sentándose en una mesa,
aparentemente más de juego que de diálogo y abandonar, en el mejor momento, lo
más exitoso de sus estrategias, para satisfacer, a pedido, los intereses del
gobierno.
Lo que no se ancla, firmemente, en la
tierra, se lo lleva el viento. La MUD dice representar a más de 25 partidos
políticos y los 112 diputados de la AN, tienen la obligación de representar al
equivalente de la mitad de los venezolanos: unos quince millones de habitantes.
Pero, estos “representantes”, ¿cumplen las exigencias de sus representados? ¿La
sociedad civil venezolana, el grueso de la población que está soportando las
desastrosas consecuencias de las malas políticas del régimen, se siente,
verdaderamente, representada por quienes dicen ser sus representantes? ¿Podemos
seguir con “lo mismo” en un país donde las noches se acaban sobre un charco de
sangre; donde los niños y las madres, los ancianos y desnutridos, se mueren en
las calles; donde se acabó, de repente, la comida y el dinero se volvió trizas
de papel con números impresos que no valen nada; donde todo es mentira, tras la
voz de un figurón que se dice “presidente” y aparece ante las cámaras, de gorra
porteña, fina chaqueta parisiense, reloj de marca y bigotillo recortado a lo
artista de pacotilla, decir que ya somos una “potencia”, porque estamos
exportando plátanos y verduras a mercados ambulantes del primer mundo? ¿En una
Venezuela donde hasta la oposición dice que debemos seguir esperando, porque no
hay otras vías para “cambiar” que las que dicta la Constitución, vías pacíficas
y electorales? ¿Dónde nada pasa, porque todo pasa y nunca para bien, sino para
mal? ¿Podemos y debemos seguir así, sin hacer nada que fuere relevante y que
tenga sentido en el orden de la recuperación del bienestar perdido o por
alcanzar?
Lo que ofrece el supuesto --¡nefasto!—
“socialismo” del régimen, ya lo sabemos, sobre todo en cuanto al incremento de
la pobreza, del hambre y la miseria, indiscutibles “frutos y virtudes” de todos
los socialismos “reales”. Pero, ¿qué nos ofrece la oposición? Por lo menos, la
que figura; la “oposición” que aparece en los medios colectivos de información.
¿Qué nos ofrece? ¿Hay algún programa concreto que nos permita alimentar nuestra
esperanza y generar confianza, para sentirnos próximos al éxito? ¿O lo que hay
es, más bien, una amalgama confundida de acusaciones, de unos contra otros, sin
ofrecer a los venezolanos las claves para construir una nueva Venezuela de
verdad?
Hace poco hicimos hincapié en una “salida”
prevista por la Constitución vigente, en su Artículo 265, que insta al Poder
Legislativo, como máximo controlador de la legitimidad de todos los demás
Poderes, a “poner orden” en el Tribunal Supremo de Justicia, cuya Sala
Constitucional está integrada por unos magistrados de “última hora”, nombrados,
entre gallos y medianoche, por la Asamblea anterior, sin mandato ya, cuando la
translación terrestre nos acercaba al año nuevo 2016 y sin cumplir los
requisitos exigidos por la respectiva Ley Orgánica; pedíamos entonces una
acción “revisora” a los 112 diputados de
la “oposición” en la actual Asamblea Nacional, representativa de la soberanía
popular. Y lo hacíamos a propósito de que aquella Sala, nombrada “para eso” por
quienes la nombraron, se opondría a todo lo que fuera contrario a los fines del
régimen, haciendo nulas todas las alternativas legales que intentaran los
legisladores del pueblo, para salir del presente gobierno; lo pedíamos, ingenua
pero seriamente, sin habernos informado que, el 14 de julio del año en curso,
en plenaria oficial de la Asamblea, fue aprobada una propuesta para anular el
trajinado nombramiento de los magistrados, por las razones alegadas y mediante
la facultad otorgada por la Constitución, para luego enterarnos de que, por
capciosa intervención de representantes del régimen, la sana propuesta no pasó
del papel y no se consumó en hechos, como hubiese sido la designación cabal y
oportuna de los magistrados sustitutivos. ¿Qué pasó? ¿Diálogo anticipado?
¿Estamos todos cogidos por el mismo lazo de coacción y derrota de valores? Si
en esa ocasión, con todas las de ganar, se hubiesen apurado, sin dejar de
cumplir nada de lo ordenado por la ley, el nombramiento de los magistrados
auténticos, escogidos dentro de los mejores talentos nacionales idóneos y se
les hubiese acompañado, con presión popular, para desalojar a los farsantes,
otro gallo le estaría cantando a los que luego propusieron el revocatorio, o la
salida por la doble nacionalidad o el abandono del cargo por parte del
Presidente y ya tendríamos el camino allanado para recuperar nuestro gran
esfuerzo democrático, respaldado por la memoria de los héroes caídos, como
Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, Antonio Pinto Salinas, Valmore
Rodríguez, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Jóvito
Villlaba, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Raúl Leoni, Luis Herrera Campins
y Jaime Lusinchi, entre otros miles de ciudadanos ilustres, cuyos nombres y
cuyas trayectorias hoy se niega a los jóvenes venezolanos, a las nuevas
generaciones, perdidos todos en un Parnaso artificial, armado a punta de
cuantiosos ingresos generados pérfidamente por la atroz corrupción que
padecemos.
No dejemos que el viento se lo siga
llevando todo. Apelemos al “paredón moral” y limpiemos nosotros la casa, para
ver, de verdad, los amaneceres de una Venezuela que le hace falta al mundo.
Abramos los ojos y descubramos, en nosotros mismos, quienes podemos servir para
abrirnos las puertas del futuro y dejar atrás no sólo el pesimismo, sino la
rastra de errores, de fallas y pisotones, en los que han
caído, muy lamentablemente, quienes dicen ser, sin serlo, nuestros representantes.
Así como, a veces, los votos no sirven y las balas son necesarias, en esta
ocasión debemos oponernos tanto al gobierno como a la oposición y construir,
frente al viento que todo se lo lleva, un frente de voluntades que haga posible
el milagro de la gran Venezuela del Siglo 21. ¡Adelante, compañeros! ¡Los días
de gloria están por venir!
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