( historia de un crucero en 2005)
En el transcurso de la tarde del domingo 13 de febrero del presente año abordamos el Crucero Grand Voyager en Túnez con destino a Barcelona en la última etapa de un viaje que comenzaba el 7 de febrero visitando Florencia, Roma, Sicilia, Croacia, Malta y Túnez.
En un crucero por el mar Mediterráneo contratado a la empresa Iberojet Cruceros.
Ahora bien, se dá el caso que en la madrugada del lunes 14/02/05, nos despertamos mi madre y mi persona ante un bamboleo y desprendimiento de parte del mobiliario de nuestro camarote ( Nº 4028).
Ante esta incertidumbre y en espera de informarnos sobre lo que acontecía, un par de horas después escuchamos una sirena y la voz del Capitán a través de un parlante llamando a la atención en el idioma inglés a su tripulación.
En ese preciso momento tomé la iniciativa con todas las dificultades y obstáculos del caso de salir del camarote para enterarme de lo que estaba sucediendo.
Allí pude percatarme de una manera sorpresiva que estábamos en emergencia ya que ví en el pasillo cantidad de pasajeros vistiendo sus chalecos salvavidas sentados en el piso.
Fue cuando comprendí la magnitud del problema del cual hasta ese momento no habíamos sido advertidos.
Al darnos cuenta de esto procedimos a vestirnos y colocarnos los chalecos salvavidas y salimos al pasillo a sentarnos en resguardo de nuestra integridad junto a los demás pasajeros.
Luego de una media hora aproximadamente recibimos órdenes emanadas del Capitán a través de sus oficiales de que subiéramos del pasillo en el piso cuatro en él cual estábamos mas seguros dada las características físicas del mismo que nos aseguraba un control de la situación ya que teníamos como sostenernos de una manera apropiada y más fácil de controlar, como punto de apoyo lateral sin peligro de encontrarnos con materiales peligrosos ya que todos los camarotes permanecían cerrados.
Sin embargo, esta orden desmesurada, descabellada e impensada de subir a la sala de entretenimiento Alexander the Great del piso 6 nos llevó a una tortura que pudo acabar con nuestras vidas, siendo esto un vía crucis ya que allí no había seguridad de ninguna especie.
Las barandas se desprendían como papel, las mesas se despegaban de sus bases dejando al descubierto peligrosos tornillos guillotinadores ( de hecho fui víctima de una cortadura profunda ocasionada por uno de esos tornillos en mi pierna derecha que ameritó siete puntos de sutura).
Las sillas bailaban al son del bamboleo del barco convirtiéndose cual meteoritos en el espacio sideral, las cuales ocasionaron más de uno golpeados por las mismas.
Durante ese vía crucis que atravesamos durante horas en dicha insegura sala de entretenimiento en la cual no había manera de sostenerse, mi madre y yo tuvimos desagradables experiencias en las cuales con el vaivén de las olas y el bamboleo del barco llegamos a tener innumerables golpes tanto ella como yo dejando traumatismos generalizados en nuestra humanidad así como traumas psicológicos posteriores que los estamos comenzando a sufrir desde hace unas horas para acá, derivados de la dantesca experiencia que vivimos en esas horas de angustia.
Consideramos, que dadas las circunstancias y los hechos relatados los cuales pueden ser corroborados por los más de 470 pasajeros y los 200 tripulantes debemos ser resarcidos, aún cuando esto, indistintamente de la forma y cuantía que se haga no cubriría nunca los daños ocasionados.
Salimos de Venezuela, nuestra patria en búsqueda de unas vacaciones tranquilas y agradables sin imaginarnos que regresaríamos después de ésta desagradable e infernal aventura.
(NO ES CUENTO ES HISTORIA)
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