sábado, 10 de diciembre de 2016

GONE WITH THE WIND (“Lo que el viento se llevó”) Rafael Grooscors Caballero

                                          GONE WITH THE WIND
                                         (“Lo que el viento se llevó”)
                                          Rafael Grooscors Caballero

          Lejos, bien lejos, aún en el recuerdo de los más viejos, el primer gran éxito fílmico de Hollywood –Clark Gable y Vivien Leigh-- logró trepar la imaginación y el sentimiento de los latinos, más allá de las fronteras del río Grande y del Caribe, dramatizando un episodio de enardecido enfrentamiento familiar, a propósito de las rivalidades que animaron la llamada “guerra de secesión”, la cual partió en dos, por única vez y hasta ahora, el inmenso territorio conformado por la unión de los estados americanos, en la década de los sesenta, en el siglo 19. “Lo que el viento se llevó” nos retrata cómo, en los grupos sociales, los intereses juegan adelante de los deseos y terminan imponiéndose, incluso, más allá de toda lógica. Siempre ha sido así.
          Nos viene a cuento esta remembranza a propósito de lo que está ocurriendo en el escenario político nacional, con un régimen transitando los abiertos caminos del absolutismo dictatorial, frente a una oposición que dice representar al 70% de la opinión nacional, pero que actúa como si no tuviera experiencia acumulada, ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo social, mostrando una conducta apacible ante la andanada de atropellos que recibe del régimen, para luego terminar sentándose en una mesa, aparentemente más de juego que de diálogo y abandonar, en el mejor momento, lo más exitoso de sus estrategias, para satisfacer, a pedido, los intereses del gobierno.
          Lo que no se ancla, firmemente, en la tierra, se lo lleva el viento. La MUD dice representar a más de 25 partidos políticos y los 112 diputados de la AN, tienen la obligación de representar al equivalente de la mitad de los venezolanos: unos quince millones de habitantes. Pero, estos “representantes”, ¿cumplen las exigencias de sus representados? ¿La sociedad civil venezolana, el grueso de la población que está soportando las desastrosas consecuencias de las malas políticas del régimen, se siente, verdaderamente, representada por quienes dicen ser sus representantes? ¿Podemos seguir con “lo mismo” en un país donde las noches se acaban sobre un charco de sangre; donde los niños y las madres, los ancianos y desnutridos, se mueren en las calles; donde se acabó, de repente, la comida y el dinero se volvió trizas de papel con números impresos que no valen nada; donde todo es mentira, tras la voz de un figurón que se dice “presidente” y aparece ante las cámaras, de gorra porteña, fina chaqueta parisiense, reloj de marca y bigotillo recortado a lo artista de pacotilla, decir que ya somos una “potencia”, porque estamos exportando plátanos y verduras a mercados ambulantes del primer mundo? ¿En una Venezuela donde hasta la oposición dice que debemos seguir esperando, porque no hay otras vías para “cambiar” que las que dicta la Constitución, vías pacíficas y electorales? ¿Dónde nada pasa, porque todo pasa y nunca para bien, sino para mal? ¿Podemos y debemos seguir así, sin hacer nada que fuere relevante y que tenga sentido en el orden de la recuperación del bienestar perdido o por alcanzar?
          Lo que ofrece el supuesto --¡nefasto!— “socialismo” del régimen, ya lo sabemos, sobre todo en cuanto al incremento de la pobreza, del hambre y la miseria, indiscutibles “frutos y virtudes” de todos los socialismos “reales”. Pero, ¿qué nos ofrece la oposición? Por lo menos, la que figura; la “oposición” que aparece en los medios colectivos de información. ¿Qué nos ofrece? ¿Hay algún programa concreto que nos permita alimentar nuestra esperanza y generar confianza, para sentirnos próximos al éxito? ¿O lo que hay es, más bien, una amalgama confundida de acusaciones, de unos contra otros, sin ofrecer a los venezolanos las claves para construir una nueva Venezuela de verdad?  
          Hace poco hicimos hincapié en una “salida” prevista por la Constitución vigente, en su Artículo 265, que insta al Poder Legislativo, como máximo controlador de la legitimidad de todos los demás Poderes, a “poner orden” en el Tribunal Supremo de Justicia, cuya Sala Constitucional está integrada por unos magistrados de “última hora”, nombrados, entre gallos y medianoche, por la Asamblea anterior, sin mandato ya, cuando la translación terrestre nos acercaba al año nuevo 2016 y sin cumplir los requisitos exigidos por la respectiva Ley Orgánica; pedíamos entonces una acción “revisora” a  los 112 diputados de la “oposición” en la actual Asamblea Nacional, representativa de la soberanía popular. Y lo hacíamos a propósito de que aquella Sala, nombrada “para eso” por quienes la nombraron, se opondría a todo lo que fuera contrario a los fines del régimen, haciendo nulas todas las alternativas legales que intentaran los legisladores del pueblo, para salir del presente gobierno; lo pedíamos, ingenua pero seriamente, sin habernos informado que, el 14 de julio del año en curso, en plenaria oficial de la Asamblea, fue aprobada una propuesta para anular el trajinado nombramiento de los magistrados, por las razones alegadas y mediante la facultad otorgada por la Constitución, para luego enterarnos de que, por capciosa intervención de representantes del régimen, la sana propuesta no pasó del papel y no se consumó en hechos, como hubiese sido la designación cabal y oportuna de los magistrados sustitutivos. ¿Qué pasó? ¿Diálogo anticipado? ¿Estamos todos cogidos por el mismo lazo de coacción y derrota de valores? Si en esa ocasión, con todas las de ganar, se hubiesen apurado, sin dejar de cumplir nada de lo ordenado por la ley, el nombramiento de los magistrados auténticos, escogidos dentro de los mejores talentos nacionales idóneos y se les hubiese acompañado, con presión popular, para desalojar a los farsantes, otro gallo le estaría cantando a los que luego propusieron el revocatorio, o la salida por la doble nacionalidad o el abandono del cargo por parte del Presidente y ya tendríamos el camino allanado para recuperar nuestro gran esfuerzo democrático, respaldado por la memoria de los héroes caídos, como Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, Antonio Pinto Salinas, Valmore Rodríguez, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Jóvito Villlaba, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Raúl Leoni, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, entre otros miles de ciudadanos ilustres, cuyos nombres y cuyas trayectorias hoy se niega a los jóvenes venezolanos, a las nuevas generaciones, perdidos todos en un Parnaso artificial, armado a punta de cuantiosos ingresos generados pérfidamente por la atroz corrupción que padecemos.
          No dejemos que el viento se lo siga llevando todo. Apelemos al “paredón moral” y limpiemos nosotros la casa, para ver, de verdad, los amaneceres de una Venezuela que le hace falta al mundo. Abramos los ojos y descubramos, en nosotros mismos, quienes podemos servir para abrirnos las puertas del futuro y dejar atrás no sólo el pesimismo, sino la rastra de errores, de fallas y pisotones, en los que han caído, muy lamentablemente, quienes dicen ser, sin serlo, nuestros representantes. Así como, a veces, los votos no sirven y las balas son necesarias, en esta ocasión debemos oponernos tanto al gobierno como a la oposición y construir, frente al viento que todo se lo lleva, un frente de voluntades que haga posible el milagro de la gran Venezuela del Siglo 21. ¡Adelante, compañeros! ¡Los días de gloria están por venir!