lunes, 13 de junio de 2016

Excelente.elocuente,realista,expresivo y sentido escrito de Andrea Corina Dávila (sobrina nieta del Dr. Eduardo Rivero)

Les envio palabras de mi sobrina nieta de 20 años

Tuve el privilegio de nacer en una tierra que llamamos Venezuela. Una tierra donde no faltan recursos, donde el cuadro más caro es el Ávila, donde las almas son llaneras y todos tenemos un tío en común. Una tierra donde los paisajes se respiran y nunca falta un chiste, donde los cachicamos hablan, todo se llama “”coroto” y nunca falta el “bichito” o la “vaina”. Una tierra donde el sentido del humor es más fuerte que cualquier otro y todos sabemos oler una empanada a 10 metros de distancia. En una tierra tan bella y con tanto que ofrecer, ¿Cómo es posible que falte tanto? ¿Cómo es posible que falte todo?
La esencia del venezolano es el sabor de un pabellón, el olor a arepa en las mañanas, el cafecito de la esquina, la cachapa después de una rumba, el chupe anti-ratón y las lentejas del primero de enero. Pero, ¿Cómo podemos conservar lo que tanto nos caracteriza si se nos pierden las costumbres entre la desdicha? Los anaqueles abundan de escasez, los hospitales son equipados con necesidad, las calles están pobladas de soledad, las casas amobladas con deudas, las noches se arropan con miedo y la inflación pareciera tener una bomba de aire.
Me encantaría salir en las noches sin que mi mamá se duerma pensando. Me gustaría caminar sin paranoia, no tener que esconderme para sacar el celular y conseguir lo que busco en el mercado. Quisiera tener las medicinas que necesito, no tener que cuidar el shampoo ni pagar millones cuando lo consigo. Muero por tomarme un café que no sepa a carencia.
Ruego por recuperar aquello que nunca tuve, que se me escapó de las manos antes de siquiera llegar a tocarlo. Ruego por conocer la Venezuela de la que tanto me hablan, la que me imagino, la que han cubierto poco a poco con un manto rojo que destruye a medida que avanza. Ruego por mi fe, porque nunca se descamine y por tener la energía que necesito para no cansarme y evitar perder, pero se me está agotando entre las dudas. 
¿Cómo dejo de desear que mi universidad no sea impagable, que la carne no sea un milagro y el papel toilette un lujo? ¿Cómo salgo sin pensar que podría no llegar de vuelta? ¿Cómo ahorro si lo que tengo no me alcanza? ¿Cómo pido más si no hay más nada que pedir? ¿Cómo duermo tranquila mientras en la calle grita la inseguridad? ¿Cómo le pido a una bala que deje su indiferencia, o a un motor que deje de respirar?
Pregunto, con desesperación: ¿Cómo le pido a la esperanza que deje de jugar, porque puede perderse?


Andrea Corina Dávila


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